Hace unos ayeres, cuando no había COVID, la gente podía salir a las calles. Si vives en la Ciudad de México, probablemente te has topado con los famosos limpiaparabrisas. Si no, te explico: se trata de personas que se ganan la vida limpiando los parabrisas de los coches en los altos de semáforos. Su mala fama surge de su modus operandi, ya que comienzan a aplicar el detergente cuando el conductor está distraído, a modo que no le quede más motivo que esperar a que el limpiaparabrisas termine y pagarle por su (no solicitado) servicio.
Naturalmente, esta situación resulta molesta para los conductores, pues en algún modo, es una forma de abuso en la que resulta imposible decir que no. Las consecuencias en este caso no van más allá de un pequeño coraje y la pérdida de unos centavos. Sin embargo, lo mismo ocurre con la vida sexual de muchas personas.
El concepto es bastante sencillo, sin embargo como sociedad nos cuesta mucho trabajo comprenderlo y llevarlo a la práctica: hacer que alguien haga algo en contra de su voluntad es abuso y es incorrecto; especialmente en el caso de relaciones sexuales.
Vivimos en una sociedad machista en la que a los hombres se les enseña a luchar por lo que ellos quieren y no rendirse hasta lograrlo, y a las mujeres se les enseña a permanecer calladas, obedientes y sumisas. Al combinar ambas, el hombre vivirá pensando que si intenta lo suficiente, eventualmente logrará conquistar a la chica. Superficialmente, esto suena romántico pero… ¿y si ella no quiere? Eso no lo vemos en los clásicos de Disney ni en las historias infantiles, pero es completamente válido.
Por esa razón, es importante inculcar la importancia del consentimiento, de marcar y respetar límites. Debemos abandonar la idea de que el hombre debe conquistar a la mujer y preguntarnos qué es lo que ambos quieren.
Retomando el ejemplo del principio, los limpiaparabrisas comúnmente buscan al cliente distraído para que le sea imposible decir que no. Sin embargo, sigue siendo abuso y en contra de su voluntad. Lo mismo ocurre con el consentimiento en relaciones sexuales. La sociedad enseña a las mujeres a ser sumisas y complacientes, por lo que puede ocurrir el caso en el que ella no esté de acuerdo pero no diga nada ni muestre oposición.
Si no dice que sí de manera explícita, no podemos asumir que lo consiente.
Nuevamente, es necesario desprenderse de la idea de que el hombre debe conquistar a la mujer, y que “en el amor y la guerra todo se vale”. Igualmente es necesario identificar la situación. NO es consentimiento si:
La otra persona se encuentra en estado de ebriedad
La otra persona no tiene uso pleno de la razón
La otra persona no está informada adecuadamente y/o desconoce tus intenciones
La otra persona está bajo algún tipo de amenaza
Se hace uso del chantaje emocional o de cualquier otro tipo
Pregúntale de forma directa, sin juegos sucios ni trampas. Y si te dice que no, respeta y no insistas.
Si alguien más te pregunta, tómate un momento para reflexionar sobre lo que tú quieres. Identifica cualquier circunstancia externa que pueda afectar tu decisión (amenazas, mal juicio en ese momento, chantaje, expectativas sociales, etc) y responde de manera honesta. No tiene nada de malo decir que no.
Te recomendamos el siguiente vídeo que explica qué es el consentimiento, como si fuera un té: El Consentimiento como Té